martes, 11 de mayo de 2010

Ciudad escrita

Queridos amigos, reproducimos en nuestro blog la reseña que el crítico literario Luis García Jambrina realizó el pasado sábado 9 de mayo en el ABCD sobre el libro de Andrés Catalán Composiciones de lugar.
Ciudad escrita
Composiciones de lugar, galardonado con el VI Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande, es el primer libro de poemas publicado por Andrés Catalán (Salamanca, 1983), y lo primero que cabe decir es que estamos ante una obra unitaria, madura y compleja; también ante una voz nueva y sin apenas adherencias. Se trata de una indagación en la ciudad, que es también una indagación en el lenguaje y en la propia identidad; de hecho los tres aspectos se funden en el texto, como podemos ver en el poema «Breve imagen de mí»: «Cuando todo se apaga, y yo vuelvo a mi casa, / voy buscando mis signos, / los rastros que de mí van reflejando / espejos sin azogue, el fondo en sombra: / esa verdad del cristal / y la tiniebla». Existe, por lo demás, algo que une a todas las ciudades, una sustancia común: «Bajo la lluvia, tras la ventana, / con la cortina del tabaco y en estado / de versos y fatiga, todas / las ciudades albergan en sus calles / una historia común / y un rostro parecido» («Un escritor es todos los escritores, una ciudad es todas las ciudades»).

A lo largo del libro, descubrimos las vinculaciones entre palabra, cuerpo y ciudad. Los tres comparten su condición de espejismo engañoso. «Si mienten las palabras, / también los cuerpos mienten. Y la piel también miente», leemos en la primera sección del libro. Y así comienza la segunda: «La ciudad no es verdad. Es un reflejo. / Solo existe su rastro...». En cada una de las dos secciones, hay, además, un poema titulado «Ciudades como cuerpos», donde queda patente la analogía: «Las ciudades también, como los cuerpos, / se definen mejor cuando amanece». Tanto unas como otros siguen manteniendo, al final, su carácter enigmático: «Toda ciudad son capas superpuestas / de una ciudad distinta, misteriosa, / como noches en fila, haciendo cola, / mezclándose en las hondas oficinas / de la memoria y la piel, / como cuerpos ajenos y palabras».

De gran interés son también los diversos poemas que hablan de pintura o del acto de pintar (el autor es un estudioso de las relaciones entre poesía y pintura). Así vemos a Antonio López en el trance de atrapar una determinada luz en medio del tráfago de la ciudad («Gran Vía, 1974-1981»). En otros, nos muestra el poder configurador de la mirada y del deseo, como se aprecia en «La grande baigneuse (Dominique Ingres)». Nos encontramos, en fin, ante una poesía de una gran densidad; un buen comienzo para una prometedora trayectoria.

Luis García Jambrina
ABCD, 9-5-10