Ciudad escrita
Composiciones de lugar, galardonado con el VI Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande, es el primer libro de poemas publicado por Andrés Catalán (Salamanca, 1983), y lo primero que cabe decir es que estamos ante una obra unitaria, madura y compleja; también ante una voz nueva y sin apenas adherencias. Se trata de una indagación en la ciudad, que es también una indagación en el lenguaje y en la propia identidad; de hecho los tres aspectos se funden en el texto, como podemos ver en el poema «Breve imagen de mí»: «Cuando todo se apaga, y yo vuelvo a mi casa, / voy buscando mis signos, / los rastros que de mí van reflejando / espejos sin azogue, el fondo en sombra: / esa verdad del cristal / y la tiniebla». Existe, por lo demás, algo que une a todas las ciudades, una sustancia común: «Bajo la lluvia, tras la ventana, / con la cortina del tabaco y en estado / de versos y fatiga, todas / las ciudades albergan en sus calles / una historia común / y un rostro parecido» («Un escritor es todos los escritores, una ciudad es todas las ciudades»).
A lo largo del libro, descubrimos las vinculaciones entre palabra, cuerpo y ciudad. Los tres comparten su condición de espejismo engañoso. «Si mienten las palabras, / también los cuerpos mienten. Y la piel también miente», leemos en la primera sección del libro. Y así comienza la segunda: «La ciudad no es verdad. Es un reflejo. / Solo existe su rastro...». En cada una de las dos secciones, hay, además, un poema titulado «Ciudades como cuerpos», donde queda patente la analogía: «Las ciudades también, como los cuerpos, / se definen mejor cuando amanece». Tanto unas como otros siguen manteniendo, al final, su carácter enigmático: «Toda ciudad son capas superpuestas / de una ciudad distinta, misteriosa, / como noches en fila, haciendo cola, / mezclándose en las hondas oficinas / de la memoria y la piel, / como cuerpos ajenos y palabras».
De gran interés son también los diversos poemas que hablan de pintura o del acto de pintar (el autor es un estudioso de las relaciones entre poesía y pintura). Así vemos a Antonio López en el trance de atrapar una determinada luz en medio del tráfago de la ciudad («Gran Vía, 1974-1981»). En otros, nos muestra el poder configurador de la mirada y del deseo, como se aprecia en «La grande baigneuse (Dominique Ingres)». Nos encontramos, en fin, ante una poesía de una gran densidad; un buen comienzo para una prometedora trayectoria.
Luis García Jambrina
ABCD, 9-5-10
LOS VIERNES DE LA TRADICIÓN; 38º CICLO
Hace 3 meses
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