lunes, 12 de septiembre de 2011

Nueva crítica de "La mezcla confusa" de Ben clark

El Cultural, del periódico El Mundo, acaba de publicar una reseña del prestigioso crítico Túa Blesa sobre La mezcla confusa de Ben Clark, útimo "Premio de Poesía Joven Félix Grande".





Desde el presupuesto de una poética de la claridad, del no poner resistencia a la comprensión -se afirma que un poeta escribe “un poema sencillo de entender”-, los poemas de este libro lo son, entre otras razones, por un uso inteligente de la ironía, don que el autor ya ha demostrado en sus publicaciones anteriores. El quinto libro de Ben Clark (Ibiza, 1964) se abre con dos poemas de índole programática -se reincide en el asunto en varios otros- y en uno de ellos, “La palabra”, se dice de ella que llegó “estropeada” y se anotan varias soluciones, de las cuales la última sentencia: “que decore./ Porque esto no nos sirve para nada.” Un inicio como éste es ya un valor y reclama la atención del lector. La ironía, fundamental en la tradición de lo moderno, ofrece una mirada a las cosas, y a la significación, por la que deja a la vista el haz y el envés en un trabajo de desdoblamiento que cabe calificar de dialógico.

En no pocas ocasiones la escritura incorpora el humor, bien algo escaso entre los poetas, como sucede en “Hablarán las oscuras concubinas”, cuyo único verso dice: “Tú déjalas hablar. Que algo dirán”. Es, como sucede con el tono irónico, una muestra del agudo ingenio de Clark. Y hay que decir que lo humorístico sirve también para poner en solfa el valor de un poema al tiempo que se critica al sistema financiero, como, por ejemplo, en el titulado “TAE”.

No basa este libro su éxito en sucesos extraordinarios o fantásticos ni en una figuración arriesgada, sino partiendo de algo corriente, o incluso mínimo, saber extraerle lo que de poético pueda tener y decirlo con un lenguaje siempre rítmico, gratificante para el lector, quien no puede sustraerse a la agudeza y al modo de ver de quien habla. Con todo, también se hace materia del poema algún acontecimiento de relieve, como el atentado de Omagh, donde la muerte de otros implica que “no mueren solamente los que mueren, ni continúa vivo quien recuerda”, lo que pone de relieve la empatía del sujeto con aquello de lo que habla. Un buen libro de Clark, uno más.


Publicado en El Cultural, 9 de septiembre de 2011

miércoles, 18 de mayo de 2011

Dos críticas al libro de Francisco Caro "Paisaje (en tercera persona)"

La esencia sentimental de un paisaje

He aquí un apretadísimo y singular racimo melancólico de vivencias próximas o distantes, reales o figuradas –pasado al fin–, que constituye el nudo temático y la veta sentimental fundamental en este libro, con el que el poeta de Piedrabuena, Francisco Caro, se ha alzado como ganador del Premio Nacional de Poesía “José Hierro”, convocado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes.

El poeta, fielmente recogido en las vivencias de una vida consagrada a la observación interior del paisaje que el tiempo le ha invitado a mirar, nos va presentando la sustancia señalera y emotiva de estos lugares que los años se han ido encargando de podar. La leña resultante de la tala cumplida, que el hombre desea gavillar, la lleva bajo el brazo, como un sarmentador de la llanura, la necesita el hombre, la precisa, porque “busca calor”…, porque este hombre, mirador de bosques y leñador circunstancial, consciente de su estado: “Tiene frío y está / despidiendo la vida”.

El hombre fraternal se deja una porción enorme de vida en cada paso, en cada avance por su paisaje habitual. Descubre que, en su andadura sentimental, el vacío y la soledad le acompañan y son “su pensamiento”. Caminante versado en frondosidades y elevaciones luminosas, cargado con el peso de tanto ya perdido, “Camina al borde / de las aguas que pasan” todavía y él contempla, les hace un sitio definitivo en sus ojos, desde los que el hombre vuelve a mirar “a la gente / el hambre de sus pasos”. Y sigue. De su viaje mira a veces una naturaleza impasible, amenazada como él: “marcada por el aspa, por el rojo, / teñido con la agria / tristeza con que tintan / los sicarios”. Anda solo y “la nieve le permite / contar sus pasos”. La caminata es larga y él lo sabe, conoce palmo a palmo la orografía accidentada de una vida: el trayecto del ritmo y la palabra donde él se reconoce.

Sí, el sabe que se busca en el poema, se quiere en el lugar de la palabra abierta, de la mirada abierta del espíritu, la misma que le ha traído a este lugar, donde se queda, donde promueve una resonancia sentimental que actúa como eje revelador del contenido temático del libro: “Éste es el territorio que buscabas…, verso primero del poema “Carretera cortada”. Será este poema, pleno de ideaciones de gran fuerza simbólica, donde el poeta ordenará su archivo sentimental, pondrá en claro las claves que desenlazan esta excursión derramada en lances de humanísima solidaridad. “Carretera cortada” resulta un conmovedor escalofrío de quien sabe que sólo desde allí puede dar las noticias más cierta de su vida, porque no tiene duda de que “este poema es, éste es el poema”… Cierto que el poema a que nos estamos refiriendo, resulta inevitable en este libro, si queremos llegar a ver la esencia de este paisaje deshojado, de esta agridulce resignación, este naufragio sentimental que genera un estado de llamativa aflicción.

Ya en el primer poema de la parte III y última del poemario, el hombre se refugia en esa soledad extraviada del cuarto o estudio donde escribe, donde tantas veces amó la densidad y la exigencia de sus poemas. Lo primero que ve es “Sobre la mesa dos / lapiceros sin alas”. Acaso aquí duele con más intensidad la llaga del destino presente, y el hombre –el poeta– se plantea incluso la mudez: “No desea volver / escribir. / Por lo menos ahora. No desea esconderse”.

En tal manifestación sentimental, se encubre una ponderación melancólica de tinte desolado, un registro de madurez que es necesario ver en el poema “Refugio”. Sobrepasados los instantes duros del planteamiento antedicho, pronto se consagra al goce redentor de la escritura: “Quisiera ser palabras / deslizándome, signos, bajo un puente…”. Se dirá que se ha restablecido la voluntad de ser y estar al resplandor acuciante de la palabra, por si llega. Y en este libro llega siempre como una tentativa redentora e imperecedera, aunque el poeta sabe que los “días / se suceden avaros”, que atacan “Lobos muy cercanos / cada vez más cercanos”.

Así asistimos a todo el recorrido por estos paisajes (mirados y leídos en tercera persona), abordado en tres partes diferenciadas, representativas de este circuito emocional que engendra los crepúsculos propios y el cansancio del atardecer: un circuito que se nos antoja esencial en la obra poética de Francisco Caro, que le pone grandeza lírica a su “nueva calle escrita”, le conduce a la última estación de parada de este formidable libro, desde cuyo andén, “Intuye que debería / bajar los ojos, mirar el mar”.

Francisco Carlo nos ofrece en este libro muestras de su vidente madurez, el canon de una estética vigente, sus plenitudes y sus capacidades creativas, su poderosa verdad, expuesta con indudable maestría para desenvolverse en cualquier presupuesto estilístico. Nos invita a mirar su intemperie interiorizada entre el paisaje entorno y el dolor de la soledad acompañada. Estamos, pues, ante un poeta fundamenta, imprescindible, ante una voz hecha, una vos a tener muy en cuenta en la literatura española del momento.

Manuel Cortijo Rodríguez. Publicado en la revista Calicanto, nº 22.






La aún breve, pero intensa obra de Francisco Caro es la de un poeta donde se crece el hombre: es éste quien mira y siente, el que transmite la impresión y los sentimientos al poeta, seguro de que su sensibilidad capta puro y desbrozado el mensaje. No en vano, simbióticamente, el uno está en el otro de modo inseparable, lo están cultural y sensitivamente. El poeta está en el hombre, y entre ambos surge la tercera persona que suele aparecer en las poéticas de Caro, pero que aquí, Paisaje (en tercera persona), se acentúa desde el título y portada, y de quien el verso toma estabilidad como entraña del libro.

Descriptivo ya en otras ocasiones, esta tercera persona “mira sin rebelión / la nieve /...../ siente bajo las plantas / de sus pies el nudoso / temor de las gramíneas”. Yo diría, ahora cuando individualmente hacemos una defensa de la ecología que ataca el colectivo, que es más ecologista. El hombre se apoya en el poeta y juntos caminan, recorren paisajes entre visionarios y realistas; hacen sendero y retroceden, vuelven a recorrer sus mismas huellas, en busca de la estética más defendida. Lo que importa es el paisaje, el horizonte activo: la palabra y el eco, “cuentan los pasos, guarda / con fe los turnos”.

Plenamente convencido (creemos), de la abstracción de su vocabulario, aún cuando nos apunte que es llevado por el cauce de Darío, “él sospecha que toda /.../ la poesía nace de la tristeza”. Su convicción le lleva a la tesis de que las palabras, “cuanto nombran / lo nombran hacia adentro, / sólo ellas se oyen”. De aquí su personal estilo, la desnudez del idioma con que nos presenta los poemas.

Aún a modo de arriesgar, considero hallar en este “Paisaje (en tercera persona)” raíces del método que se agarran a cierta sintaxis de dos de sus libros anteriores, “Mientras la luz” y “Desnudo de pronombres”, cierto que con paisajes y temas diferentes, pero con similitudes que avanzan por senderos de expresiones afines, y donde la cosecha de la expresión poética sigue mostrando la desnudez artística que caracteriza el original estilo de Francisco Caro: “ese bilingüe / signo” /.../ “que se agita dentro del pecho del poeta”, y que está crecido en todo momento por la sensibilidad del hombre, de aquel primer lector extraordinario que germinaron los orígenes del poeta.

Un tanto pesimista en el general planteamiento de su obra, no lo es menos en este Paisaje. Principalmente nos parece verlo (“el tiempo es esa / calavera de perro que te mira”), en el poema que ejerce como divisoria a la inicial y la última parte de las tres en que divide el libro. “Carretera cortada” nos parece asimismo el corte que Caro utiliza como antónimo en la dimensión de sus poemas. Si ya habitualmente breves la gran mayoría de sus poemas en entregas anteriores, en ésta continúan ejerciendo similar equilibrio. No obstante, “Carretera cortada” rompe un poco la tradición ocupando tres páginas del libro, incluso clarificando su tema, quizá porque en él son las cosas quienes le hablan al poeta: “abre tu aliento, escribe (le dicen), / con palabras que guarden los aromas / del poeta sin himno”; aquí es la propia naturaleza quien integra himno del Paisaje, quien impone el relieve expresivo de la tercera persona.

Más que en ninguna otra de sus entregas anteriores es en ésta donde naturaleza se ofrece en panorámica. Podríamos decir que el poeta es un geógrafo; pero conociéndole bien, sabiendo su origen y su formación académica no podemos engañar al lector del comentario, como también nos es fácil ubicar el pasaje que describe, que poetiza, al referirse a “las sierras que llenan el oeste” o cuando “busca entonces las dos / viejas encinas / que guardan la dehesa”. Lo que dudo es si el hombre, quien a través del poeta, se apoya en el paisaje o si es el paisaje quien simbióticamente ejerce sobre ambos, hasta producir con ellos la ingente trilogía de su lírica. Demasiado se ha dicho que un libro tiene tantas lecturas como lectores. Y, por supuesto, que lectores habrá que difieran en la defensa de mis contenidos.

Con meteórica carrera y personal estilo, Francisco Caro ha sabido ganarse pronto un lugar preferente en el panorama poético español; pero también ha surgido con él su leyenda de poeta oscuro, de verso sugerente, romo de metáforas y palabra desnuda. No obstante, cuando acabo de leer Paisaje (en tercera persona), conociendo al hombre, su íntima parcela creativa y el camino recorrido en su andadura, me atrevo a establecer pulsos-lectores entre quienes siguen alimentando la leyenda. No es baladí que su media docena de libros hayan sido galardonados con otros tantos premios, y que este mismo se haya alzado con uno de los que prestigian la poesía española, el “José Hierro”, que patrocina el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, a través de su Universidad Popular. Algo tendrá el agua cuando la bendicen y algo sabrán los Jurados que valoran los originales.


Nicolás del Hierro. Publicado en Lanza Dgital (20-1-11)

miércoles, 11 de mayo de 2011

La revista digital JondoWeb publica dos críticas de "Poesía flamenca"

Vayamos por partes a la hora de leer este interesante libro, que rezuma cultura por todas partes hablando de Flamenco con mayúscula.

Ejemplares como este, son lo que los lectores aprecian para completar su formación flamenca y de la cultura en general.
Nada más abrirlo, nos adentramos en la antesala de lo que está por venir con el sugerente tratado de Filosofía Jonda, una meditación sobre la poesía flamenca, que ha salido de la erudición y la sabiduría de don José Martínez Hernández, doctor en filosofía, catedrático de bachillerato, profesor asociado de la Universidad de Murcia, entre otros cargos dentro de su brillante palmarés.

El profesor Martínez Hernández, natural de Javalí Nuevo, población que pertenece administrativamente a Murcia, comienza aquí el desarrollo humanístico con prosa lúcida hasta la página 34. A continuación, cede la pluma a don Félix Grande Lara, uno de los grandes intelectuales con que cuenta el Flamenco desde hace bastantes años. Su nombre, es referencia obligada en todos los eventos que se celebran a lo largo y ancho de la geografía española.

Nuestro amigo Félix, ha sufrido en sus propias carnes las consecuencias de la escasez y la intransigencia, y lo lleva marcado en su cuerpo desde que vino al mundo en Mérida en 1937, que desde los dos años hasta los veinte los pasó en Tomelloso; y actualmente vive en Madrid. De ahí, los muchos encuentros que hemos tenido con el Flamenco como protagonista, aunque hayamos tocado otros temas sociales muy enriquecedores para mi. Una noble amistad, en la que, lo admiro por su sencillez y sapiencia. Félix es un libro abierto para quien tenga la suerte de hablar con él.

Los autores, han volcado en 149 páginas todo lo que Cante ha sentido a lo largo de dos siglos, más o menos, con la poesía del pueblo y de los poetas, sin dejarse atrás a los propios cantaores, y la demosofía, como nos dejó escrito Blas Infante.

Por su alto interés para ustedes, permitidme que reproduzca lo que nos encontramos al comenzar la lectura: “Los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos”. Importante enseñanza que pertenece a la grandeza de don Miguel de Cervantes, y que está dentro de la universal obra Don Quijote de la Mancha.

Esta cita cervantina, es el preludio que don José Martínez Hernández utiliza para conducirnos al interior como punto de encuentro. Filosofía Jonda; y sigo reproduciendo literalmente lo que figura en la página once: “La filosofía académica e institucional, la que concede títulos y dignidades y actúa como severo y envalado semáforo del saber filosófico (“usted si es filósofo, usted no, usted… con precaución”) no se ha ocupado jamás ni mucho menos de la filosofía o sabiduría popular ni la ha tomado en cuenta”.

Y seguimos disfrutando y aprendiendo, en la página 17; el señor Martínez nos sobrecoge certeramente al exponer: “La poesía flamenca reconoce que el sentir es más amplio que el saber, el sentir es un océano y el saber es una isla en mitad del océano”. Evidentemente, si no me equivoco, filosofía quiere decir, entre otras cosas, amor a la sabiduría. Gracias profesor, por refrescarme la memoria, y darme cuenta de lo que hasta ahora he aprendido por deducción de las disciplinas a las que he dedicado parte de mi tiempo, como pobre y humilde aficionado por el interés del saber.

En la página 35, coge la pluma Félix Grande, y en paralelo con el capítulo I de la Biblia, leemos: En el principio creó Dios los cielos y las estrellas… y sigue el libro santo hasta llegar al Apocalipsis que finaliza en la página 1788 la versión de la Biblia de Jerusalén. El poeta, el escritor, el amigo, el guitarrista dice: “En el principio, en los barrancos/ del estertor del siglo XVIII/ y el bostezo del XIX/ mientras el clero/ la corona/ y los caciques se adjudican/ los dos negocios más rentables/ todo lo humano y todo lo divino”…

No se le puede pedir más al literato flamenco para definir el momento del nacimiento del Cante en Andalucía. Cuando escuchamos una seguiriya, o una soleá, creo que está la razón del ser del sur andaluz, la vida y la muerte, pero con la desigualdad cruda y dura, para otros peor, ésa es la diferencia.

El capítulo, Antología de coplas flamencas, recoge todos los poemas desde el martinete clásico, con letras entre otros de de Cagancho, El Cagón y El Mellizo. Después pasa capítulo a capítulo, a la seguiriya, soleares, bulerías, cantes de Cádiz, cantes mineros, malagueñas, granaínas, y fandangos. Y sigue el libro con una selección de biografías de personajes históricos, que es completado con las bibliografías que ellos han trabajado, para que podamos nosotros, seguir ahondando en estos conocimientos del cante, el toque y el baile, con el añadido de la filosofía y la poesía.

Poesía Flamenca, es un libro para sentir, para comprender, y lo más importante, estar informado.

Lo he pasado muy bien leyendo a dos personajes cada uno en su faceta, lo mismo les deseo a todos ustedes.

Antonio Nieto Viso


Así titulan su obra compartida el murciano José Martínez Hernández y Félix Grande y que publica la Universidad Popular “José Hierro” de San Sebastián de los Reyes (Madrid).

Ambos, Pepe y Félix, han reflexionado en varias publicaciones sobre el flamenco, su historia y actualidad, así como sobre su dimensión estética y poética. Pepe Martínez es filósofo que canta jondo, y no lo hace nada mal, como hemos podido comprobar en ocasiones, la última en la Peña Flamenca “Antonio Piñana”, en su sede de Cartagena. Precisamente denuncian que la Filosofía con mayúsculas, académica e institucional, no ha prestado atención a la filosofía, con sencillas minúsculas, o sabiduría popular expresada en los mitos, leyendas, cuentos, fábulas, ritos, etc. La gente del pueblo piensa, como ya nos advirtió un poeta que llevó al español a una de sus más elevadas cimas, nos referimos al inmenso Antonio Machado, por boca de Juan de Mairena:
“Pero hemos de acudir a nuestro folklore, o saber vivo en el alma del pueblo, más que a nuestra tradición filosófica, que pudiera despistarnos (…). Nuestro punto de arranque, si alguna vez nos decidimos a filosofar, está en el folklore metafísico de nuestra tierra, especialmente el de la región castellana y andaluza”.

Y que bien lo cuenta el cante flamenco en una de sus letras: “Los siete sabios de Grecia/ no saben lo que yo sé…/las fatiguitas y el tiempo/ me lo hicieron aprender”.

La poesía del cante filosofa y encuentra en el amor y la muerte el binomio fundante del ser humano: “(…) el cante, diga lo que diga, expresa siempre la pasión, señala hacia el fondo trágico de la existencia y habla de él aún sin nombrarlo. El grito estremecedor que le caracteriza tiene su raíz en el Amor/Muerte, es una mezcla de afirmación y de destrucción, es una afirmación de la destrucción, un éxtasis pasional”. Escuchemos a los sabios analfabetos que lo cantan: “Yo creía que el queré/ era cosita de juguete, / y ahora veo que se pasan/ las fatiguitas de la muerte”. O esta otra: “Tiro piedras por la calle, / al que le dé que perdone: / tengo la cabecita loca/ de tantas cavilaciones”.

Hay letras que escribieron para el cante poetas como los Machado, otras que no fueron concebidas por sus autores para el flamenco pero las han cantado como es el caso de poemas de Miguel Hernández, San Juan de la Cruz o Ibn Arabí. También se cantan por estilos mineros las quintillas de los troveros. Hay inspirados versos que salieron de las bocas desdentadas de los hijos de la miseria pero que bien pudieran haber sido escritos por autores cultos, incluso poetas orientales: “En la torre está el reló./ El mochuelo en el olivo. / En mi corazón, la pena /…Cada cosa está en su sitio”. A veces no sabemos distinguir la autoría, si es anónima del pueblo o lleva firma culta.

Citas muy bien traídas por Félix Grande y José Martínez, ciudadanos y escritores que vienen reivindicando desde hace muchos años un arte que se reivindica él solo por su enorme riqueza patrimonial. “Nosotros no salvamos al flamenco, es el flamenco el que nos salva a nosotros”, llegó a decir Enrique Morente. Acaba de reconocerse ahora con su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, aunque la Cultura, escrita así con mayúsculas pomposas, le haya dado la espalda de manera vergonzante en tantas ocasiones. Suerte que siempre hubo intelectuales que supieron estar ahí como un García Lorca, Manuel de Falla, Andrés Segovia, Alberti, Caballero Bonald, Antonio Gala, etc.

El flamenco es una de las músicas más radicales del mundo por su trágico pálpito, una belleza dramática que expresa el desamparo, ya que como ninguna otra expone nuestro discurrir por el Amor/Muerte. Y eso sólo con el primer “¡Ay!” de arranque del cantaor.
Félix y Pepe han logrado trasmitirlo, acompañando una antología de más de trescientas letras, la mejor prueba de cuanto afirman, a lo que suman biografías de sus autores ¡Buena lectura!

José Sánchez Conesa

martes, 26 de abril de 2011

Convocatoria del XXII Premio Nacional de Poesía José Hierro

La Universidad Popular José Hierro de San Sebastián de los Reyes convoca el Premio Nacional de Poesía José Hierro, en su edición de 2011, con arreglo a las siguientes bases:



1. Podrán concurrir a este certamen todos los escritores residentes en España que presenten su obra escrita en lengua española y que no hayan obtenido este premio en ninguna de sus convocatorias anteriores.


2. Se podrá presentar una sola obra, cuya extensión estará comprendida entre los 750 y los 1.200 versos. La línea de prosa poética será considerada como verso.Los trabajos serán necesariamente originales e inéditos.


3. Los originales se presentarán por duplicado, impresos por una sola cara en tamaño DIN A4, encuadernados y paginados. En sobre aparte, en cuyo exterior se hará constar el título de la obra, se adjuntará currículum del autor y una declaración jurada que acredite que el libro no ha sido premiado en cualquier otro concurso con anterioridad.


4. Los originales podrán enviarse hasta el 23 de septiembre de 2011 a la siguiente dirección:


Premio Nacional de Poesía José Hierro. Universidad Popular José Hierro. Avenida Baunatal 18, 5ª planta,28701, San Sebastián de los Reyes, Madrid.


5. Se concederá un único premio, dotado con 15.000 €, estando esta cantidad sujeta a las retenciones legalmente establecidas. Dicho premio en metálico conlleva,asimismo, la publicación del libro dentro de la Colección Literaria Universidad Popular, considerándose como único pago en concepto de derechos de autor.El premio podrá declararse desierto.


6. El jurado, compuesto por Pablo García Baena, Joaquín Benito de Lucas, Pureza Canelo, Luisa Castro, Ángel García López, Antonio Hernández y un secretario, con voz pero sin voto, en representación de la Administración Local, emitirá su fallo,que será inapelable, en noviembre de 2011 en la sede de la Universidad Popular.


7. La entrega del premio se efectuará en un acto público en fecha y lugar que oportunamente se darán a conocer, en el que el ganador se compromete a participar.


8. Las obras presentadas no premiadas serán destruidas.


9. La participación en este concurso implica la aceptación de estas bases. En lo no previsto en ellas prevalecerá el criterio de los miembros del jurado.

jueves, 7 de abril de 2011

Poesía completa (1972-2001) de Tonino Guerra







Tonino Guerra, más conocido por su actividad cinematográfica, es, sin embargo, uno de los poetas fundamentales de la poesía italiana del siglo XX. La Colección Literaria Universidad Popular recupera en esta ocasión la traducción que realizó de su poesía completa, hasta 2001, el también poeta Juan Vicente Piqueras.



Tonino Guerra (Santarcangelo di Romagna, Italia, 1920), ha sido uno de los pilares del cine italiano y europeo del siglo XX en su faceta de guionista de películas imprescindibles como La aventura, La noche o Blowup, de Antonioni, Amarcord, Y la nave va, Ginger y Fred, de Fellini, Nostalgia de Tarkovsky, La noche de San Lorenzo, de los Taviani, o El apicultor y Viaje en la Niebla, de Angelopoulos entre otras muchas. Su poesía no es distinta pero tampoco una mera prolongación de su filmografía, esencialmente poética, sino una continuidad del artista que es Tonino Guerra, como poeta, como guionista, como narrador, como pintor. En palabras de Juan Vicente Piqueras: «Tonino Guerra ha sido, junto con Pasolini, uno de los más lúcidos cronistas el malestar existencial causado por lo que éste llamó “la catástrofe antropológica italiana” (…). Pocos como Tonino han sabido contar, de tantas maneras -en cine, novelas, teatro, poemas- y con tanta delicadeza, el desarraigo de quien abandonó un mundo (¿o fue ese mundo quien lo abandonó?) para buscar el suyo, y no encontró ninguno, sino la vasta soledad desasistida en que consiste el hombre occidental contemporáneo». Su primer libro, Los bueyes, está compuesto por poemas escritos entre 1940 y 1972. Después no volvería a publicar poesía hasta 1981, fecha a partir de la cual se suceden libros, escritos en el dialecto de la Romaña, como La miel (1981), El libro de las iglesias abandonadas (1988), En huerto de Eliseo (1989) o Cuarteto de otoño (2001), de entre los diecisiete títulos que recoge la Poesía completa. «Tonino Guerra lo transforma todo en relato y en poesía –escribe Italo Calvino (…). Y poesía quiere decir una experiencia precisa, concreta, inesperada, con un sentimiento dentro y el acento de una voz que te habla».




La línea conductora de toda la poesía de Tonino Guerra es esa lengua dialectal, ésa que el poeta recurre «para salvarla y salvarse» (J.V. Piqueras) y a través de ella también salvar en el poema la infancia y el mundo en el que ésta vivió: «Todos sus libros crean una especie de contraépica coral de un abandono, de un mudo olvidado, cantado con la música áspera de una lengua extinta». (J.V. Piqueras) El lector tiene ahora la oportunidad de volver a encontrarse con ese mundo y con la mirada poética de uno de los artistas imprescindibles de siglo XX.




Canto trigésimosengundo

Hará unos veinte días puse una rosa en un vaso
encima de la mesita que hay junto a la ventana.
Cuando me di cuenta de que todas las hojas
se habían marchitado y estaban a punto de caer
me senté frente al vaso
a ver morir la rosa.

Estuve un día y una noche esperando.

El primer pétalo cayó a las nueve de la mañana
y lo hizo en mis manos.
Nunca he estado junto a un lecho de muerte,
ni siquiera cuando murió mi madre.
Yo estaba de pie, lejos, al final de la calle.

(De La miel, 1981)






martes, 5 de abril de 2011

"La mezla confusa" de Ben Clark, VII Premio de Poesía Joven Félix Grande



El Joven poeta Ben Clark ha obtenido el VII Premio de Poesía Joven Félix Grande por su libro La mezcla confusa. El jurado, compuesto por Luis Alberto de Cuenta, Ignacio Elguero y Amalia Iglesias otorgó el premio por unanimidad.


Ben Clark nació en Ibiza en 1984, y actualmente reside en Salamanca, donde trabaja para diferentes instituciones culturales. Ha recibido diversos premios literarios, entre los que destacan el Premio de Arte Joven de Baleares 2005 y el XXI Premio Hiperión 2006. Durante el curso 2004-2005 recibió una beca de creación de la Fundación Antonio Gala. Colabora en diferentes revistas literarias y con la prensa salmantina, y desde el año 2002 escribe semanalmente una columna para el suplemente catalán Mola del Diario de Ibiza. Ha publicado lo siguientes libros de poesía: Los hijos de los hijos de la ira (Hiperión, 2006), Cabotaje (Editorial Delirio, 2008) y MEMORIA (Editorial Huacanamo, 2009), Basura, (Editorial Delirio, 2011) y ha traducido Poemas de amor de Anne Sexton (Editorial Linteo, 2009).


martes, 11 de enero de 2011

Poesía Flamenca, de José Martínez Hernández y Félix Grande




La Colección Literaria Universidad Popular edita una antología de coplas flamencas, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Un libro esencial para todas aquellas personas que estén interesadas tanto en el Flamenco como en la Poesía.




Esta antología de coplas flamencas pretende poner de manifiesto la altura e intensidad de la poesía flamenca. Desde los poetas anónimos, a los cantaores y cantaoras –la mayoría de ellos analfabetos- que hicieron del cante flamenco la expresión poética de sus vidas, hasta aquellos poetas contemporáneos que se han adentrado en la cosmovisión, la ética y la emoción flamencas, esta antología da cuenta de un universo poético que es, al mismo tiempo, una concepción del mundo, tanto ética como estética.

El libro se abre con la introducción «Filosofía Jonda» del filósofo y estudioso del flamenco José Martínez Hernández, que acerca al lector las claves sociológicas, estéticas y filosóficas del espíritu del Flamenco. El poeta y flamencólogo Félix Grande rinde homenaje a este arte en un extenso poema («Criatura de dolor») que nos abre una puerta, desde el diálogo entre la poesía culta y la popular, a la historia del Flamenco y a su intensidad y rigor poéticos.

La copiosa antología de coplas (más de 300) está estructurada por palos y temas, de manera que el lector pueda tener un amplio abanico de cuáles son los centros de inquietud y los tonos y formas de la poesía flamenca.

Finalmente, el volumen se completa con una extensa bibliografía sobre el cante en particular y sobre estudios y ensayos de corte filosófico referidos al Flamenco, así como con un conjunto de biografías de los cantaores, cantaoras y poetas recogidos en esta antología.

En definitiva, se trata de un libro esencial para todas aquellas personas que estén interesadas tanto en el Flamenco como en la Poesía.